Algunas noches veo tu silueta insinuante sobre la palidez de
mi cuerpo. En ella puedo sentir el calor de tu sombra, y el frío de tu aliento
reposando sobre mi clavícula excitada de ti. Éxtasis, es lo que eres y en un
arco te convertirás, preparándote para arrojar las flechas más ardientes al
manzanero de tu alcoba. Mis manos cumplen con ofrecer servicios que tus piernas
debaten, tu cabello oculta una transparente ansiedad -se estremece mi lengua-.
Quiero desplazarme por tu cara; tu cuello brotado me indica que tu respiración
está muy emancipada, déjame ahorrarla, presionar esa vía por la cual exhalas
vida, déjame sentir que tu vida se agota lentamente bajo el espesor de mi codo.
Tus piernas llegan a un acuerdo, estoy seguro que el control
de tu respiración tiene algo que ver. Esa mirada, cristal y café, como un
mineral puro extraído de los confines de tu fertilidad. ¡Me encanta! Abandónate
en mi mano que ha relevado a mi brazo, y ahora que el acceso a ti me ha sido
permitido, sudemos: No puedo dejarte, me envicias, me tienes totalmente bajo tu
falta de voluntad... Ahora entiendo porque el amo es dependiente de su esclavo…
Te estremeces mientras yo me tenso, la transpiración de mi
cuerpo ha dejado caer unas cuantas gotas que marcan el camino hacia, lo que definitivamente,
será mi perdición. ¿Cómo lo haces? ¿Cómo es posible que me domines con tanta
sumisión? Estoy agotado, siento que has filtrado mi vitalidad, y en efecto…
Eres mi compañera y te has quedado con lo mejor de mí; por otra parte, yo
también deseaba dejarte eso.
Nos ha sorprendido la noche… Ahora, la pregunta que viene
antes del compromiso es “¿Se repetirá?...”
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